Karina es una cosa que no tiene un significado en sí mismo pero el lugar en el que crecí y viví me convenció de que es mi nombre, de que significa algo y que homologué con mi propia persona. Por algún extraño motivo mi karinidad para mí es única y supuestamente soy perfectamente capaz de separarla de las demás karinidades.
¿Pero por qué y para qué “debería” distanciarlas?
Karinidad ha empezado a sentir necesidad de expansión, expansión que se abre camino cuando empieza a disolver el sujeto, el “yo” autobiográfico.
Una expansión que requiere tender redes para que las formas y convenciones se vayan difuminando, hasta convertirse en una pantalla de todos los colores. Una en la que de vez en cuando pueda dejar caer el peso de una existencia a veces feliz, a veces insoportable, a veces mediocre, a veces muchas cosas al mismo tiempo.
Expandirse y preguntarse cómo se funden estas experiencias y sentimientos con otros seres que habitan el mundo.
Propagarse, dudar de lo que nos dijeron que éramos, de cómo nos dijeron que nos teníamos que comportar y qué se supone que es nuestra identidad.
¿Somos nuestros genitales? ¿O somos el cómo usamos nuestros genitales? ¿Quién eres cuando no eres hije? ¿quién eres cuando no eres novia? ¿Quién eres cuando no eres trabajador? ¿quién eres después de llorar cuando te dieron una mala noticia?
¿qué somos cuando reconocemos el dolor del otre? ¿Cuando entendemos que todes pensamos, deseamos, sentimos, que sufrimos violencia?
Si nos sentamos juntes en el bufete de la vida y dejamos de lado nuestro performance
¿Qué somos?
Podemos ser amigues, red, para devenir bandada, manada, jauría.